Capítulo 1
La promesa del Espíritu Santo
1:1 En el primer tratado, oh Teófilo,
hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó
a hacer y a enseñar,
1:2 hasta el día en que fue recibido arriba, después
de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles
que había escogido;
1:3 a quienes también, después de haber padecido, se
presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles
durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.
1:4 Y estando juntos, les mandó que no
se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre,
la cual, les dijo, oísteis de mí.
1:5 Porque Juan ciertamente bautizó con
agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo
dentro de no muchos días.
La ascensión
1:6 Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo:
Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?
1:7 Y les dijo: No os toca a vosotros saber los
tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;
1:8 pero recibiréis poder, cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos
en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último
de la tierra.
1:9 Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado,
y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.
1:10 Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto
que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones
con vestiduras blancas,
1:11 los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por
qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que
ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis
visto ir al cielo.
Elección del sucesor de Judas
1:12 Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama
del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un
día de reposo.
1:13 Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo,
Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo
hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo.
1:14 Todos éstos perseveraban unánimes en oración
y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús,
y con sus hermanos.
1:15 En aquellos días Pedro se levantó en medio de los
hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número), y dijo:
1:16 Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura
en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca
de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús,
1:17 y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio.
1:18 Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un
campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus
entrañas se derramaron.
1:19 Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal
manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que
quiere decir, Campo de sangre.
1:20 Porque está escrito en el libro de los Salmos:
Sea hecha desierta su habitación,
Y no haya quien more en ella;
y:
Tome otro su oficio.
1:21 Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos
con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y
salía entre nosotros,
1:22 comenzando desde el bautismo de Juan
hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba,
uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección.
1:23 Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás,
que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías.
1:24 Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones
de todos, muestra cuál de estos dos has escogido,
1:25 para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que
cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar.
1:26 Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías;
y fue contado con los once apóstoles.
Capítulo 2
La venida del Espíritu Santo
2:1 Cuando llegó el día de Pentecostés,
estaban todos unánimes juntos.
2:2 Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio
que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;
2:3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose
sobre cada uno de ellos.
2:4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a
hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
2:5 Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos,
de todas las naciones bajo el cielo.
2:6 Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban
confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.
2:7 Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no
son galileos todos estos que hablan?
2:8 ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada
uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?
2:9 Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en
Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia,
2:10 en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de Africa más
allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos
como prosélitos,
2:11 cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras
lenguas las maravillas de Dios.
2:12 Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose
unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?
2:13 Mas otros, burlándose, decían: Están llenos
de mosto.
Primer discurso de Pedro
2:14 Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó
la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los
que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd
mis palabras.
2:15 Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis,
puesto que es la hora tercera del día.
2:16 Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:
2:17 Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
2:18 Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas
en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
2:19 Y daré prodigios arriba en el cielo,
Y señales abajo en la tierra,
Sangre y fuego y vapor de humo;
2:20 El sol se convertirá en tinieblas,
Y la luna en sangre,
Antes que venga el día del Señor,
Grande y manifiesto;
2:21 Y todo aquel que invocare el nombre del Señor,
será salvo.
2:22 Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno,
varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios
y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como
vosotros mismos sabéis;
2:23 a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado
conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole;
2:24 al cual Dios levantó,
sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido
por ella.
2:25 Porque David dice de él:
Veía al Señor siempre delante de mí;
Porque está a mi diestra, no seré conmovido.
2:26 Por lo cual mi corazón se alegró,
y se gozó mi lengua,
Y aun mi carne descansará en esperanza;
2:27 Porque no dejarás mi alma en el Hades,
Ni permitirás que tu Santo vea corrupción.
2:28 Me hiciste conocer los caminos de la vida;
Me llenarás de gozo con tu presencia.
2:29 Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David,
que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros
hasta el día de hoy.
2:30 Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había
jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría
al Cristo para que se sentase en su trono,
2:31 viéndolo antes, habló de la resurrección
de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.
2:32 A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros
somos testigos.
2:33 Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido
del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros
veis y oís.
2:34 Porque David no subió a los cielos; pero él mismo
dice:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
2:35 Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
2:36 Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que
a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor
y Cristo.
2:37 Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron
a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué
haremos?
2:38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno
de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados;
y recibiréis el don del Espíritu Santo.
2:39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para
todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro
Dios llamare.
2:40 Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo:
Sed salvos de esta perversa generación.
2:41 Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados;
y se añadieron aquel día como tres mil personas.
2:42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión
unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.
La vida de los primeros cristianos
2:43 Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales
eran hechas por los apóstoles.
2:44 Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían
en común todas las cosas;
2:45 y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían
a todos según la necesidad de cada uno.
2:46 Y perseverando unánimes cada día en el templo, y
partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría
y sencillez de corazón,
2:47 alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor
añadía cada día a la iglesia los que habían
de ser salvos.
Capítulo 3
Curación de un cojo
3:1 Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de
la oración.
3:2 Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían
cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que
pidiese limosna de los que entraban en el templo.
3:3 Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo,
les rogaba que le diesen limosna.
3:4 Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos.
3:5 Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos
algo.
3:6 Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy;
en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.
3:7 Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al
momento se le afirmaron los pies y tobillos;
3:8 y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en
el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.
3:9 Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios.
3:10 Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna
a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto
por lo que le había sucedido.
Discurso de Pedro en el pórtico de Salomón
3:11 Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido
sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico
que se llama de Salomón.
3:12 Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas,
¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué
ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad
hubiésemos hecho andar a éste?
3:13 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres,
ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y
negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle
en libertad.
3:14 Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se
os diese un homicida,
3:15 y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de
los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.
3:16 Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis,
le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste
esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.
3:17 Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis
hecho, como también vuestros gobernantes.
3:18 Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado
por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer.
3:19 Así que, arrepentíos y convertíos, para que
sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor
tiempos de refrigerio,
3:20 y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado;
3:21 a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos
de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios
por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.
3:22 Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro
Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí;
a él oiréis en todas las cosas que os hable;
3:23 y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada
del pueblo.
3:24 Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado,
también han anunciado estos días.
3:25 Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios
hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán
benditas todas las familias de la tierra.
3:26 A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo
envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta
de su maldad.
Capítulo 4
Pedro y Juan ante el concilio
4:1 Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el
jefe de la guardia del templo, y los saduceos,
4:2 resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús
la resurrección de entre los muertos.
4:3 Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el
día siguiente, porque era ya tarde.
4:4 Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron;
y el número de los varones era como cinco mil.
4:5 Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén
los gobernantes, los ancianos y los escribas,
4:6 y el sumo sacerdote Anás, y Caifás y Juan y Alejandro,
y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes;
4:7 y poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con qué
potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?
4:8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes
del pueblo, y ancianos de Israel:
4:9 Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un
hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado,
4:10 sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que
en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis
y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre
está en vuestra presencia sano.
4:11 Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores,
la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.
4:12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro
nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
4:13 Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que
eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían
que habían estado con Jesús.
4:14 Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba en
pie con ellos, no podían decir nada en contra.
4:15 Entonces les ordenaron que saliesen del concilio; y conferenciaban
entre sí,
4:16 diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? Porque
de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos, notoria a todos
los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar.
4:17 Sin embargo, para que no se divulgue más entre el pueblo,
amenacémosles para que no hablen de aquí en adelante a hombre
alguno en este nombre.
4:18 Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen
ni enseñasen en el nombre de Jesús.
4:19 Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es
justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios;
4:20 porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.
4:21 Ellos entonces les amenazaron y les soltaron, no hallando ningún
modo de castigarles, por causa del pueblo; porque todos glorificaban a
Dios por lo que se había hecho,
4:22 ya que el hombre en quien se había hecho este milagro de
sanidad, tenía más de cuarenta años.
Los creyentes piden confianza y valor
4:23 Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo
que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho.
4:24 Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes
la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios
que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay;
4:25 que por boca de David tu siervo dijiste:
¿Por qué se amotinan las gentes,
Y los pueblos piensan cosas vanas?
4:26 Se reunieron los reyes de la tierra,
Y los príncipes se juntaron en uno
Contra el Señor, y contra su Cristo.
4:27 Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo
Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes
y Poncio Pilato,
con los gentiles y el pueblo de Israel,
4:28 para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado
que sucediera.
4:29 Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos
que con todo denuedo hablen tu palabra,
4:30 mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales
y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.
4:31 Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló;
y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo
la palabra de Dios.
Todas las cosas en común
4:32 Y la multitud de los que habían creído era de un
corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de
lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.
4:33 Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección
del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos.
4:34 Así que no había entre ellos ningún necesitado;
porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían,
y traían el precio de lo vendido,
4:35 y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía
a cada uno según su necesidad.
4:36 Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por
sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación),
levita, natural de Chipre,
4:37 como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio
y lo puso a los pies de los apóstoles.
Capítulo 5
Ananías y Safira
5:1 Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió
una heredad,
5:2 y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer;
y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles.
5:3 Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó
Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu
Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?
5:4 Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida,
¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu
corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.
5:5 Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró.
Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron.
5:6 Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo,
lo sepultaron.
5:7 Pasado un lapso como de tres horas, sucedió que entró
su mujer, no sabiendo lo que había acontecido.
5:8 Entonces Pedro le dijo: Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad?
Y ella dijo: Sí, en tanto.
5:9 Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar
al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies
de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti.
5:10 Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró;
y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron,
y la sepultaron junto a su marido.
5:11 Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que
oyeron estas cosas.
Muchas señales y maravillas
5:12 Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales
y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico
de Salomón.
5:13 De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con
ellos; mas el pueblo los alababa grandemente.
5:14 Y los que creían en el Señor aumentaban más,
gran número así de hombres como de mujeres;
5:15 tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían
en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese
sobre alguno de ellos.
5:16 Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén,
trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos
eran sanados.
Pedro y Juan son perseguidos
5:17 Entonces levantándose el sumo sacerdote y todos los que
estaban con él, esto es, la secta de los saduceos, se llenaron de
celos;
5:18 y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel
pública.
5:19 Mas un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas
de la cárcel y sacándolos, dijo:
5:20 Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al pueblo todas las
palabras de esta vida.
5:21 Habiendo oído esto, entraron de mañana en el templo,
y enseñaban. Entre tanto, vinieron el sumo sacerdote y los que estaban
con él, y convocaron al concilio y a todos los ancianos de los hijos
de Israel, y enviaron a la cárcel para que fuesen traídos.
5:22 Pero cuando llegaron los alguaciles, no los hallaron en la cárcel;
entonces volvieron y dieron aviso,
5:23 diciendo: Por cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con
toda seguridad, y los guardas afuera de pie ante las puertas; mas cuando
abrimos, a nadie hallamos dentro.
5:24 Cuando oyeron estas palabras el sumo sacerdote y el jefe de la
guardia del templo y los principales sacerdotes, dudaban en qué
vendría a parar aquello.
5:25 Pero viniendo uno, les dio esta noticia: He aquí, los varones
que pusisteis en la cárcel están en el templo, y enseñan
al pueblo.
5:26 Entonces fue el jefe de la guardia con los alguaciles, y los trajo
sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo.
5:27 Cuando los trajeron, los presentaron en el concilio, y el sumo
sacerdote les preguntó,
5:28 diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis
en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra
doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre.
5:29 Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario
obedecer a Dios antes que a los hombres.
5:30 El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien
vosotros matasteis colgándole en un madero.
5:31 A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe
y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.
5:32 Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también
el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen.
5:33 Ellos, oyendo esto, se enfurecían y querían matarlos.
5:34 Entonces levantándose en el concilio un fariseo llamado
Gamaliel, doctor de la ley, venerado de todo el pueblo, mandó que
sacasen fuera por un momento a los apóstoles,
5:35 y luego dijo: Varones israelitas, mirad por vosotros lo que vais
a hacer respecto a estos hombres.
5:36 Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo
que era alguien. A éste se unió un número como de
cuatrocientos hombres; pero él fue muerto, y todos los que le obedecían
fueron dispersados y reducidos a nada.
5:37 Después de éste, se levantó Judas el galileo,
en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho
pueblo. Pereció también él, y todos los que le obedecían
fueron dispersados.
5:38 Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque
si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá;
5:39 mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis
tal vez hallados luchando contra Dios.
5:40 Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles,
después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre
de Jesús, y los pusieron en libertad.
5:41 Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber
sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre.
5:42 Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban
de enseñar y predicar a Jesucristo.
Capítulo 6
Elección de siete diáconos
6:1 En aquellos días, como creciera el número de los discípulos,
hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas
de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria.
6:2 Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos,
y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir
a las mesas.
6:3 Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen
testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes
encarguemos de este trabajo.
6:4 Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio
de la palabra.
6:5 Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban,
varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro,
a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito
de Antioquía;
6:6 a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando,
les impusieron las manos.
6:7 Y crecía la palabra del Señor, y el número
de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén;
también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.
Arresto de Esteban
6:8 Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios
y señales entre el pueblo.
6:9 Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos,
y de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia, disputando
con Esteban.
6:10 Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu
con que hablaba.
6:11 Entonces sobornaron a unos para que dijesen que le habían
oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios.
6:12 Y soliviantaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas; y
arremetiendo, le arrebataron, y le trajeron al concilio.
6:13 Y pusieron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa
de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley;
6:14 pues le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret
destruirá este lugar, y cambiará las costumbres que nos dio
Moisés.
6:15 Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar
los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel.
Capítulo 7
Defensa y muerte de Esteban
7:1 El sumo sacerdote dijo entonces: ¿Es esto así?
7:2 Y él dijo: Varones hermanos y padres, oíd: El Dios
de la gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia,
antes que morase en Harán,
7:3 y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra
que yo te mostraré.
7:4 Entonces salió de la tierra de los caldeos y habitó
en Harán;
y de allí, muerto su padre, Dios le trasladó a esta tierra,
en la cual vosotros habitáis ahora.
7:5 Y no le dio herencia en ella, ni aun para asentar un pie; pero
le prometió que se la daría en posesión, y a su descendencia
después de él,cuando
él aún no tenía hijo.
7:6 Y le dijo Dios así: Que su descendencia sería extranjera
en tierra ajena, y que los reducirían a servidumbre y los maltratarían,
por cuatrocientos años.
7:7 Mas yo juzgaré, dijo Dios, a la nación de la cual
serán siervos; y después de esto saldrán y me servirán
en este lugar.
7:8 Y le dio el pacto de la circuncisión;
y así Abraham engendró a Isaac,
y le circuncidó al octavo día; e Isaac a Jacob,
y Jacob a los doce patriarcas.
7:9 Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para
Egipto; pero Dios estaba con él,
7:10 y le libró de todas sus tribulaciones, y le dio gracia
y sabiduría delante de Faraón rey de Egipto, el cual lo puso
por gobernador sobre Egipto y sobre toda su casa.
7:11 Vino entonces hambre en toda la tierra de Egipto y de Canaán,
y grande tribulación; y nuestros padres no hallaban alimentos.
7:12 Cuando oyó Jacob que había trigo en Egipto, envió
a nuestros padres la primera vez.
7:13 Y en la segunda, José se dio a conocer a sus hermanos,
y fue manifestado a Faraón el linaje de José.
7:14 Y enviando José, hizo venir a su padre Jacob,
y a toda su parentela, en número de setenta y cinco personas.
7:15 Así descendió Jacob a Egipto,
donde murió él,
y también nuestros padres;
7:16 los cuales fueron trasladados a Siquem, y puestos en el sepulcro
que a precio de dinero compró Abraham de los hijos de Hamor en Siquem.
7:17 Pero cuando se acercaba el tiempo de la promesa, que Dios había
jurado a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto,
7:18 hasta que se levantó en Egipto otro rey que no conocía
a José.
7:19 Este rey, usando de astucia con nuestro pueblo, maltrató
a nuestros padres,
a fin de que expusiesen a la muerte a sus niños, para que no se
propagasen.
7:20 En aquel mismo tiempo nació Moisés, y fue agradable
a Dios; y fue criado tres meses en casa de su padre.
7:21 Pero siendo expuesto a la muerte, la hija de Faraón le
recogió y le crió como a hijo suyo.
7:22 Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría
de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras.
7:23 Cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino
al corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel.
7:24 Y al ver a uno que era maltratado, lo defendió, e hiriendo
al egipcio, vengó al oprimido.
7:25 Pero él pensaba que sus hermanos comprendían que
Dios les daría libertad por mano suya; mas ellos no lo habían
entendido así.
7:26 Y al día siguiente, se presentó a unos de ellos
que reñían, y los ponía en paz, diciendo: Varones,
hermanos sois, ¿por qué os maltratáis el uno al otro?
7:27 Entonces el que maltrataba a su prójimo le rechazó,
diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernante y juez sobre
nosotros?
7:28 ¿Quieres tú matarme, como mataste ayer al egipcio?
7:29 Al oír esta palabra, Moisés huyó, y vivió
como extranjero en tierra de Madián,
donde engendró dos hijos.
7:30 Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció
en el desierto del monte Sinaí, en la llama de fuego de una zarza.
7:31 Entonces Moisés, mirando, se maravilló de la visión;
y acercándose para observar, vino a él la voz del Señor:
7:32 Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac,
y el Dios de Jacob. Y Moisés, temblando, no se atrevía a
mirar.
7:33 Y le dijo el Señor: Quita el calzado de tus pies, porque
el lugar en que estás es tierra santa.
7:34 Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está
en Egipto, y he oído su gemido, y he descendido para librarlos.
Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto.
7:35 A este Moisés, a quien habían rechazado, diciendo:
¿Quién te ha puesto por gobernante y juez?, a éste
lo envió Dios como gobernante y libertador por mano del ángel
que se le apareció en la zarza.
7:36 Este los sacó, habiendo hecho prodigios y señales
en tierra de Egipto,
y en el Mar Rojo,
y en el desierto por cuarenta años.
7:37 Este Moisés es el que dijo a los hijos de Israel: Profeta
os levantará el Señor vuestro Dios de entre vuestros hermanos,
como a mí;
a él oiréis.
7:38 Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación
en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí,
y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida que darnos;
7:39 al cual nuestros padres no quisieron obedecer, sino que le desecharon,
y en sus corazones se volvieron a Egipto,
7:40 cuando dijeron a Aarón: Haznos dioses que vayan delante
de nosotros; porque a este Moisés, que nos sacó de la tierra
de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.
7:41 Entonces hicieron un becerro, y ofrecieron sacrificio al ídolo,
y en las obras de sus manos se regocijaron.
7:42 Y Dios se apartó, y los entregó a que rindiesen
culto al ejército del cielo; como está escrito en el libro
de los profetas:
¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios
En el desierto por cuarenta años, casa de Israel?
7:43 Antes bien llevasteis el tabernáculo de
Moloc,
Y la estrella de vuestro dios Renfán,
Figuras que os hicisteis para adorarlas.
Os transportaré, pues, más allá de Babilonia.
7:44 Tuvieron nuestros padres el tabernáculo del testimonio
en el desierto, como había ordenado Dios cuando dijo a Moisés
que lo hiciese conforme al modelo que había visto.
7:45 El cual, recibido a su vez por nuestros padres, lo introdujeron
con Josué
al tomar posesión de la tierra de los gentiles, a los cuales Dios
arrojó de la presencia de nuestros padres, hasta los días
de David.
7:46 Este halló gracia delante de Dios, y pidió proveer
tabernáculo para el Dios de Jacob.
7:47 Mas Salomón le edificó casa;
7:48 si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano,
como dice el profeta:
7:49 El cielo es mi trono,
Y la tierra el estrado de mis pies.
¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor;
¿O cuál es el lugar de mi reposo?
7:50 ¿No hizo mi mano todas estas cosas?
7:51 ¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de
oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo;
como vuestros padres, así también vosotros.
7:52 ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros
padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo,
de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores;
7:53 vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles,
y no la guardasteis.
7:54 Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían
los dientes contra él.
7:55 Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos
en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra
de Dios,
7:56 y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del
Hombre que está a la diestra de Dios.
7:57 Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos,
y arremetieron a una contra él.
7:58 Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos
pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo.
7:59 Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía:
Señor Jesús, recibe mi espíritu.
7:60 Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no
les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.
Capítulo 8
Saulo persigue a la iglesia
8:1 Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una
gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén;
y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo
los apóstoles.
8:2 Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran
llanto sobre él.
8:3 Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba
a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.
Predicación del evangelio en Samaria
8:4 Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando
el evangelio.
8:5 Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba
a Cristo.
8:6 Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que
decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía.
8:7 Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían
éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran
sanados;
8:8 así que había gran gozo en aquella ciudad.
8:9 Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía
la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de
Samaria, haciéndose pasar por algún grande.
8:10 A éste oían atentamente todos, desde el más
pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder
de Dios.
8:11 Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les
había engañado mucho tiempo.
8:12 Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del
reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.
8:13 También creyó Simón mismo, y habiéndose
bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes
milagros que se hacían, estaba atónito.
8:14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron
que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá
a Pedro y a Juan;
8:15 los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen
el Espíritu Santo;
8:16 porque aún no había descendido sobre ninguno de
ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de
Jesús.
8:17 Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu
Santo.
8:18 Cuando vio Simón que por la imposición de las manos
de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció
dinero,
8:19 diciendo: Dadme también a mí este poder, para que
cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo.
8:20 Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has
pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.
8:21 No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu
corazón no es recto delante de Dios.
8:22 Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios,
si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón;
8:23 porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que
estás.
8:24 Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí
al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre
mí.
8:25 Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se
volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos
anunciaron el evangelio.
Felipe y el etíope
8:26 Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo:
Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén
a Gaza, el cual es desierto.
8:27 Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que
un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes,
el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén
para adorar,
8:28 volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías.
8:29 Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate
a ese carro.
8:30 Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías,
y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees?
8:31 El dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?
Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él.
8:32 El pasaje de la Escritura que leía era este:
Como oveja a la muerte fue llevado;
Y como cordero mudo delante del que lo trasquila,
Así no abrió su boca.
8:33 En su humillación no se le hizo justicia;
Mas su generación, ¿quién la contará?
Porque fue quitada de la tierra su vida.
8:34 Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas:
¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de
algún otro?
8:35 Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura,
le anunció el evangelio de Jesús.
8:36 Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco:
Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?
8:37 Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo,
dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
8:38 Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe
y el eunuco, y le bautizó.
8:39 Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor
arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió
gozoso su camino.
8:40 Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba
el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.
Capítulo 9
Conversión de Saulo
(Hch. 22.6-16; 26.12-18)
9:1 Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos
del Señor, vino al sumo sacerdote,
9:2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de
que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos
a Jerusalén.
9:3 Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de
Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo;
9:4 y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues?
9:5 El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo
soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces
contra el aguijón.
9:6 El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué
quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate
y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.
9:7 Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo
a la verdad la voz, mas sin ver a nadie.
9:8 Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos,
no veía a nadie; así que, llevándole por la mano,
le metieron en Damasco,
9:9 donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.
9:10 Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías,
a quien el Señor dijo en visión: Ananías.
Y él respondió: Heme aquí, Señor.
9:11 Y el Señor le dijo: Levántate,
y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado
Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora,
9:12 y ha visto en visión a un varón
llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre
la vista.
9:13 Entonces Ananías respondió: Señor, he oído
de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos
en Jerusalén;
9:14 y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes
para prender a todos los que invocan tu nombre.
9:15 El Señor le dijo: Ve, porque instrumento
escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles,
y de reyes, y de los hijos de Israel;
9:16 porque yo le mostraré cuánto
le es necesario padecer por mi nombre.
9:17 Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo
sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús,
que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado
para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.
9:18 Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió
al instante la vista; y levantándose, fue bautizado.
9:19 Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo
por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco.
Saulo predica en Damasco
9:20 En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste
era el Hijo de Dios.
9:21 Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían:
¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que
invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante
los principales sacerdotes?
9:22 Pero Saulo mucho más se esforzaba, y confundía a
los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús
era el Cristo.
Saulo escapa de los judíos
9:23 Pasados muchos días, los judíos resolvieron en consejo
matarle;
9:24 pero sus asechanzas llegaron a conocimiento de Saulo. Y ellos
guardaban las puertas de día y de noche para matarle.
9:25 Entonces los discípulos, tomándole de noche, le
bajaron por el muro, descolgándole en una canasta.
Saulo en Jerusalén
9:26 Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con
los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que
fuese discípulo.
9:27 Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles,
y les contó cómo Saulo había visto en el camino al
Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco
había hablado valerosamente en el nombre de Jesús.
9:28 Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía,
9:29 y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba
con los griegos; pero éstos procuraban matarle.
9:30 Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesarea,
y le enviaron a Tarso.
9:31 Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea
y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se
acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo.
Curación de Eneas
9:32 Aconteció que Pedro, visitando a todos, vino también
a los santos que habitaban en Lida.
9:33 Y halló allí a uno que se llamaba Eneas, que hacía
ocho años que estaba en cama, pues era paralítico.
9:34 Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate,
y haz tu cama. Y en seguida se levantó.
9:35 Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón,
los cuales se convirtieron al Señor.
Dorcas es resucitada
9:36 Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita,
que traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en
limosnas que hacía.
9:37 Y aconteció que en aquellos días enfermó
y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala.
9:38 Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo
que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes
en venir a nosotros.
9:39 Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó,
le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando
las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba
con ellas.
9:40 Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró;
y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella
abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó.
9:41 Y él, dándole la mano, la levantó; entonces,
llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva.
9:42 Esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor.
9:43 Y aconteció que se quedó muchos días en Jope
en casa de un cierto Simón, curtidor.
Capítulo 10
Pedro y Cornelio
10:1 Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión
de la compañía llamada la Italiana,
10:2 piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía
muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre.
10:3 Este vio claramente en una visión, como a la hora novena
del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba,
y le decía: Cornelio.
10:4 El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué
es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para
memoria delante de Dios.
10:5 Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón,
el que tiene por sobrenombre Pedro.
10:6 Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su
casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas.
10:7 Ido el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó
a dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían;
10:8 a los cuales envió a Jope, después de haberles contado
todo.
10:9 Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se
acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca
de la hora sexta.
10:10 Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban
algo, le sobrevino un éxtasis;
10:11 y vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante
a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra;
10:12 en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres
y reptiles y aves del cielo.
10:13 Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come.
10:14 Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común
o inmunda he comido jamás.
10:15 Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios
limpió, no lo llames tú común.
10:16 Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido
en el cielo.
10:17 Y mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo
que significaría la visión que había visto, he aquí
los hombres que habían sido enviados por Cornelio, los cuales, preguntando
por la casa de Simón, llegaron a la puerta.
10:18 Y llamando, preguntaron si moraba allí un Simón
que tenía por sobrenombre Pedro.
10:19 Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu:
He aquí, tres hombres te buscan.
10:20 Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos,
porque yo los he enviado.
10:21 Entonces Pedro, descendiendo a donde estaban los hombres que
fueron enviados por Cornelio, les dijo: He aquí, yo soy el que buscáis;
¿cuál es la causa por la que habéis venido?
10:22 Ellos dijeron: Cornelio el centurión, varón justo
y temeroso de Dios, y que tiene buen testimonio en toda la nación
de los judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel,
de hacerte venir a su casa para oír tus palabras.
10:23 Entonces, haciéndoles entrar, los hospedó. Y al
día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y le acompañaron
algunos de los hermanos de Jope.
10:24 Al otro día entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba
esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos.
10:25 Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle,
y postrándose a sus pies, adoró.
10:26 Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues
yo mismo también soy hombre.
10:27 Y hablando con él, entró, y halló a muchos
que se habían reunido.
10:28 Y les dijo: Vosotros sabéis cuán abominable es
para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero;
pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común
o inmundo;
10:29 por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar. Así que
pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir?
10:30 Entonces Cornelio dijo: hace cuatro días que a esta hora
yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa, vi
que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente,
10:31 y dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus
limosnas han sido recordadas delante de Dios.
10:32 Envía, pues, a Jope, y haz venir a Simón el que
tiene por sobrenombre Pedro, el cual mora en casa de Simón, un curtidor,
junto al mar; y cuando llegue, él te hablará.
10:33 Así que luego envié por ti; y tú has hecho
bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia
de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado.
10:34 Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que
Dios no hace acepción de personas,
10:35 sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace
justicia.
10:36 Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el
evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor
de todos.
10:37 Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea,
comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó
Juan:
10:38 cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y
con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo
bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba
con él.
10:39 Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús
hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole
en un madero.
10:40 A éste levantó Dios al tercer día, e hizo
que se manifestase;
10:41 no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había
ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después
que resucitó de los muertos.
10:42 Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos
que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos.
10:43 De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los
que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por
su nombre.
10:44 Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu
Santo cayó sobre todos los que oían el discurso.
10:45 Y los fieles de la circuncisión que habían venido
con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles
se derramase el don del Espíritu Santo.
10:46 Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban
a Dios.
10:47 Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir
el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu
Santo también como nosotros?
10:48 Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús.
Entonces le rogaron que se quedase por algunos días.
Capítulo 11
Informe de Pedro a la iglesia de Jerusalén
11:1 Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que
también los gentiles habían recibido la palabra de Dios.
11:2 Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con
él los que eran de la circuncisión,
11:3 diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres
incircuncisos, y has comido con ellos?
11:4 Entonces comenzó Pedro a contarles por orden lo sucedido,
diciendo:
11:5 Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis
una visión; algo semejante a un gran lienzo que descendía,
que por las cuatro puntas era bajado del cielo y venía hasta mí.
11:6 Cuando fijé en él los ojos, consideré y vi
cuadrúpedos terrestres, y fieras, y reptiles, y aves del cielo.
11:7 Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro,
mata y come.
11:8 Y dije: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda
entró jamás en mi boca.
11:9 Entonces la voz me respondió del cielo por segunda vez:
Lo que Dios limpió, no lo llames tú común.
11:10 Y esto se hizo tres veces, y volvió todo a ser llevado
arriba al cielo.
11:11 Y he aquí, luego llegaron tres hombres a la casa donde
yo estaba, enviados a mí desde Cesarea.
11:12 Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar. Fueron
también conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa de un varón,
11:13 quien nos contó cómo había visto en su casa
un ángel, que se puso en pie y le dijo: Envía hombres a Jope,
y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro;
11:14 él te hablará palabras por las cuales serás
salvo tú, y toda tu casa.
11:15 Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu
Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio.
11:16 Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando
dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas
vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo.
11:17 Si Dios, pues, les concedió también el mismo don
que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién
era yo que pudiese estorbar a Dios?
11:18 Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron
a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha
dado Dios arrepentimiento para vida!
La iglesia en Antioquía
11:19 Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la
persecución que hubo con motivo de Esteban,
pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la
palabra, sino sólo a los judíos.
11:20 Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene,
los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también
a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús.
11:21 Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número
creyó y se convirtió al Señor.
11:22 Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia
que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta
Antioquía.
11:23 Este, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó,
y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen
fieles al Señor.
11:24 Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo
y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor.
11:25 Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo;
y hallándole, le trajo a Antioquía.
11:26 Y se congregaron allí todo un año con la iglesia,
y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó
cristianos por primera vez en Antioquía.
11:27 En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén
a Antioquía.
11:28 Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo,
daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre
en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio.
11:29 Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía,
determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea;
11:30 lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos
por mano de Bernabé y de Saulo.
Capítulo 12
Jacobo, muerto; Pedro, encarcelado
12:1 En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de
la iglesia para maltratarles.
12:2 Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan.
12:3 Y viendo que esto había agradado a los judíos, procedió
a prender también a Pedro. Eran entonces los días de los
panes sin levadura.
12:4 Y habiéndole tomado preso, le puso en la cárcel,
entregándole a cuatro grupos de cuatro soldados cada uno, para que
le custodiasen; y se proponía sacarle al pueblo después de
la pascua.
12:5 Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero
la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él.
Pedro es librado de la cárcel
12:6 Y cuando Herodes le iba a sacar, aquella misma noche estaba Pedro
durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante
de la puerta custodiaban la cárcel.
12:7 Y he aquí que se presentó un ángel del Señor,
y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en
el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las
cadenas se le cayeron de las manos.
12:8 Le dijo el ángel: Cíñete, y átate
las sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu
manto, y sígueme.
12:9 Y saliendo, le seguía; pero no sabía que era verdad
lo que hacía el ángel, sino que pensaba que veía una
visión.
12:10 Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la
puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por
sí misma; y salidos, pasaron una calle, y luego el ángel
se apartó de él.
12:11 Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo
verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha
librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos
esperaba.
12:12 Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María
la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos
estaban reunidos orando.
12:13 Cuando llamó Pedro a la puerta del patio, salió
a escuchar una muchacha llamada Rode,
12:14 la cual, cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no
abrió la puerta, sino que corriendo adentro, dio la nueva de que
Pedro estaba a la puerta.
12:15 Y ellos le dijeron: Estás loca. Pero ella aseguraba que
así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel!
12:16 Mas Pedro persistía en llamar; y cuando abrieron y le
vieron, se quedaron atónitos.
12:17 Pero él, haciéndoles con la mano señal de
que callasen, les contó cómo el Señor le había
sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos.
Y salió, y se fue a otro lugar.
12:18 Luego que fue de día, hubo no poco alboroto entre los
soldados sobre qué había sido de Pedro.
12:19 Mas Herodes, habiéndole buscado sin hallarle, después
de interrogar a los guardas, ordenó llevarlos a la muerte. Después
descendió de Judea a Cesarea y se quedó allí.
Muerte de Herodes
12:20 Y Herodes estaba enojado contra los de Tiro y de Sidón;
pero ellos vinieron de acuerdo ante él, y sobornado Blasto, que
era camarero mayor del rey, pedían paz, porque su territorio era
abastecido por el del rey.
12:21 Y un día señalado, Herodes, vestido de ropas reales,
se sentó en el tribunal y les arengó.
12:22 Y el pueblo aclamaba gritando: ¡Voz de Dios, y no de hombre!
12:23 Al momento un ángel del Señor le hirió,
por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos.
12:24 Pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba.
12:25 Y Bernabé y Saulo, cumplido su servicio, volvieron de
Jerusalén, llevando también consigo a Juan, el que tenía
por sobrenombre Marcos.
Capítulo 13
Bernabé y Saulo comienzan su primer viaje misionero
13:1 Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía,
profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger,
Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con
Herodes el tetrarca, y Saulo.
13:2 Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el
Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra
a que los he llamado.
13:3 Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y
los despidieron.
Los apóstoles predican en Chipre
13:4 Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron
a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre.
13:5 Y llegados a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas
de los judíos. Tenían también a Juan de ayudante.
13:6 Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto
mago, falso profeta, judío, llamado Barjesús,
13:7 que estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón
prudente. Este, llamando a Bernabé y a Saulo, deseaba oír
la palabra de Dios.
13:8 Pero les resistía Elimas, el mago (pues así se traduce
su nombre), procurando apartar de la fe al procónsul.
13:9 Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu
Santo, fijando en él los ojos,
13:10 dijo: ¡Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad,
hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de
trastornar los caminos rectos del Señor?
13:11 Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está
contra ti, y serás ciego, y no verás el sol por algún
tiempo. E inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas;
y andando alrededor, buscaba quien le condujese de la mano.
13:12 Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido,
creyó, maravillado de la doctrina del Señor.
Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia
13:13 Habiendo zarpado de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron
a Perge de Panfilia; pero Juan, apartándose de ellos, volvió
a Jerusalén.
13:14 Ellos, pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia;
y entraron en la sinagoga un día de reposo y se sentaron.
13:15 Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los
principales de la sinagoga mandaron a decirles: Varones hermanos, si tenéis
alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.
13:16 Entonces Pablo, levantándose, hecha señal de silencio
con la mano, dijo: Varones israelitas, y los que teméis a Dios,
oíd:
13:17 El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres,
y enalteció al pueblo, siendo ellos extranjeros en tierra de Egipto,
y con brazo levantado los sacó de ella.
13:18 Y por un tiempo como de cuarenta años los soportó
en el desierto;
13:19 y habiendo destruido siete naciones en la tierra de Canaán,
les dio en herencia su territorio.
13:20 Después, como por cuatrocientos cincuenta años,
les dio jueces
hasta el profeta Samuel.
13:21 Luego pidieron rey,
y Dios les dio a Saúl hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín,
por cuarenta años.
13:22 Quitado éste,
les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio
diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme
a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero.
13:23 De la descendencia de éste, y conforme a la promesa, Dios
levantó a Jesús por Salvador a Israel.
13:24 Antes de su venida, predicó Juan el bautismo de arrepentimiento
a todo el pueblo de Israel.
13:25 Mas cuando Juan terminaba su carrera, dijo: ¿Quién
pensáis que soy? No soy yo él;
mas he aquí viene tras mí uno de quien no soy digno de desatar
el calzado de los pies.
13:26 Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre
vosotros teméis a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta
salvación.
13:27 Porque los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes,
no conociendo a Jesús, ni las palabras de los profetas que se leen
todos los días de reposo, las cumplieron al condenarle.
13:28 Y sin hallar en él causa digna de muerte, pidieron a Pilato
que se le matase.
13:29 Y habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban
escritas, quitándolo del madero, lo pusieron en el sepulcro.
13:30 Mas Dios le levantó de los muertos.
13:31 Y él se apareció durante muchos días a los
que habían subido juntamente con él de Galilea a Jerusalén,
los cuales ahora son sus testigos ante el pueblo.
13:32 Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella
promesa hecha a nuestros padres,
13:33 la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando
a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo:
Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy.
13:34 Y en cuanto a que le levantó de los muertos para nunca
más volver a corrupción, lo dijo así: Os daré
las misericordias fieles de David.
13:35 Por eso dice también en otro salmo: No permitirás
que tu Santo vea corrupción.
13:36 Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación
según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus
padres, y vio corrupción.
13:37 Mas aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción.
13:38 Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él
se os anuncia perdón de pecados,
13:39 y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis
ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.
13:40 Mirad, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho
en los profetas:
13:41 Mirad, oh menospreciadores, y asombraos, y desapareced;
Porque yo hago una obra en vuestros días,
Obra que no creeréis, si alguien os la contare.
13:42 Cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los
gentiles les rogaron que el siguiente día de reposo les hablasen
de estas cosas.
13:43 Y despedida la congregación, muchos de los judíos
y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé,
quienes hablándoles, les persuadían a que perseverasen en
la gracia de Dios.
13:44 El siguiente día de reposo se juntó casi toda la
ciudad para oír la palabra de Dios.
13:45 Pero viendo los judíos la muchedumbre, se llenaron de
celos, y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando.
13:46 Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron:
A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra
de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos
de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.
13:47 Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo:
Te he puesto para luz de los gentiles,
A fin de que seas para salvación hasta lo último de
la tierra.
13:48 Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra
del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida
eterna.
13:49 Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella
provincia.
13:50 Pero los judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas,
y a los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra
Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus límites.
13:51 Ellos entonces, sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies,llegaron
a Iconio.
13:52 Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu
Santo.
Capítulo 14
Pablo y Bernabé en Iconio
14:1 Aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los
judíos, y hablaron de tal manera que creyó una gran multitud
de judíos, y asimismo de griegos.
14:2 Mas los judíos que no creían excitaron y corrompieron
los ánimos de los gentiles contra los hermanos.
14:3 Por tanto, se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con
denuedo, confiados en el Señor, el cual daba testimonio a la palabra
de su gracia, concediendo que se hiciesen por las manos de ellos señales
y prodigios.
14:4 Y la gente de la ciudad estaba dividida: unos estaban con los
judíos, y otros con los apóstoles.
14:5 Pero cuando los judíos y los gentiles, juntamente con sus
gobernantes, se lanzaron a afrentarlos y apedrearlos,
14:6 habiéndolo sabido, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de
Licaonia, y a toda la región circunvecina,
14:7 y allí predicaban el evangelio.
Pablo es apedreado en Listra
14:8 Y cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los
pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado.
14:9 Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él
sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado,
14:10 dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él
saltó, y anduvo.
14:11 Entonces la gente, visto lo que Pablo había hecho, alzó
la voz, diciendo en lengua licaónica: Dioses bajo la semejanza de
hombres han descendido a nosotros.
14:12 Y a Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio,
porque éste era el que llevaba la palabra.
14:13 Y el sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba frente a
la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas, y juntamente
con la muchedumbre quería ofrecer sacrificios.
14:14 Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo,
rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces
14:15 y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto?
Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos
que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo
y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay.
14:16 En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes
andar en sus propios caminos;
14:17 si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo
bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando
de sustento y de alegría nuestros corazones.
14:18 Y diciendo estas cosas, difícilmente lograron impedir
que la multitud les ofreciese sacrificio.
14:19 Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de
Iconio, que persuadieron a la multitud, y habiendo apedreado a Pablo, le
arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto.
14:20 Pero rodeándole los discípulos, se levantó
y entró en la ciudad; y al día siguiente salió con
Bernabé para Derbe.
14:21 Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y
de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía,
14:22 confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles
a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a
través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.
14:23 Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con
ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.
El regreso a Antioquía de Siria
14:24 Pasando luego por Pisidia, vinieron a Panfilia.
14:25 Y habiendo predicado la palabra en Perge, descendieron a Atalia.
14:26 De allí navegaron a Antioquía, desde donde habían
sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido.
14:27 Y habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán
grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había
abierto la puerta de la fe a los gentiles.
14:28 Y se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos.
Capítulo 15
El concilio en Jerusalén
15:1 Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los
hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés,
no podéis ser salvos.
15:2 Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda
no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé
a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y
a los ancianos, para tratar esta cuestión.
15:3 Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron
por Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles; y
causaban gran gozo a todos los hermanos.
15:4 Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia
y los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que
Dios había hecho con ellos.
15:5 Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído,
se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden
la ley de Moisés.
15:6 Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer
de este asunto.
15:7 Y después de mucha discusión, Pedro se levantó
y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace
algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por
mi boca la palabra del evangelio y creyesen.
15:8 Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles
el Espíritu Santo
lo mismo que a nosotros;
15:9 y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando
por la fe sus corazones.
15:10 Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo
sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres
ni nosotros hemos podido llevar?
15:11 Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús
seremos salvos, de igual modo que ellos.
15:12 Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé
y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas
había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles.
15:13 Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo: Varones
hermanos, oídme.
15:14 Simón ha contado cómo Dios visitó por primera
vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre.
15:15 Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está
escrito:
15:16 Después de esto volveré
Y reedificaré el tabernáculo de David, que está
caído;
Y repararé sus ruinas,
Y lo volveré a levantar,
15:17 Para que el resto de los hombres busque al Señor,
Y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre,
15:18 Dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos
antiguos.
15:19 Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se
convierten a Dios,
15:20 sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones
de los ídolos,
de fornicación,
de ahogado y de sangre.
15:21 Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad
quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día
de reposo.
15:22 Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos,
con toda la iglesia, elegir de entre ellos varones y enviarlos a Antioquía
con Pablo y Bernabé: a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás,
y a Silas, varones principales entre los hermanos;
15:23 y escribir por conducto de ellos: Los apóstoles y los
ancianos y los hermanos, a los hermanos de entre los gentiles que están
en Antioquía, en Siria y en Cilicia, salud.
15:24 Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros,
a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando
vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley,
15:25 nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones
y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo,
15:26 hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor
Jesucristo.
15:27 Así que enviamos a Judas y a Silas, los cuales también
de palabra os harán saber lo mismo.
15:28 Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros,
no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias:
15:29 que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de
sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis,
bien haréis. Pasadlo bien.
15:30 Así, pues, los que fueron enviados descendieron a Antioquía,
y reuniendo a la congregación, entregaron la carta;
15:31 habiendo leído la cual, se regocijaron por la consolación.
15:32 Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron
y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras.
15:33 Y pasando algún tiempo allí, fueron despedidos
en paz por los hermanos, para volver a aquellos que los habían enviado.
15:34 Mas a Silas le pareció bien el quedarse allí.
15:35 Y Pablo y Bernabé continuaron en Antioquía, enseñando
la palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos.
Pablo se separa de Bernabé, y comienza su segundo viaje misionero
15:36 Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé:
Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado
la palabra del Señor, para ver cómo están.
15:37 Y Bernabé quería que llevasen consigo a Juan, el
que tenía por sobrenombre Marcos;
15:38 pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que
se había apartado de ellos desde Panfilia,
y no había ido con ellos a la obra.
15:39 Y hubo tal desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del
otro; Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre,
15:40 y Pablo, escogiendo a Silas, salió encomendado por los
hermanos a la gracia del Señor,
15:41 y pasó por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias.
Capítulo 16
Timoteo acompaña a Pablo y a Silas
16:1 Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí,
había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo
de una mujer judía creyente, pero de padre griego;
16:2 y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban
en Listra y en Iconio.
16:3 Quiso Pablo que éste fuese con él; y tomándole,
le circuncidó por causa de los judíos que había en
aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era griego.
16:4 Y al pasar por las ciudades, les entregaban las ordenanzas que
habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban
en Jerusalén, para que las guardasen.
16:5 Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban
en número cada día.
La visión del varón macedonio
16:6 Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido
por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia;
16:7 y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu
no se lo permitió.
16:8 Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas.
16:9 Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón
macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia
y ayúdanos.
16:10 Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para
Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos
el evangelio.
Encarcelados en Filipos
16:11 Zarpando, pues, de Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia,
y el día siguiente a Neápolis;
16:12 y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia
de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días.
16:13 Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al
río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos,
hablamos a las mujeres que se habían reunido.
16:14 Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura,
de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor
abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que
Pablo decía.
16:15 Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo:
Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi
casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.
16:16 Aconteció que mientras íbamos a la oración,
nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu
de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando.
16:17 Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos
hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino
de salvación.
16:18 Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando
a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando
en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella
misma hora.
16:19 Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de
su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante
las autoridades;
16:20 y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres,
siendo judíos, alborotan nuestra ciudad,
16:21 y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir
ni hacer, pues somos romanos.
16:22 Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados,
rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas.
16:23 Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel,
mandando al carcelero que los guardase con seguridad.
16:24 El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo
de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo.
16:25 Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios;
y los presos los oían.
16:26 Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera
que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante
se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.
16:27 Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la
cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los
presos habían huido.
16:28 Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún
mal, pues todos estamos aquí.
16:29 El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando,
se postró a los pies de Pablo y de Silas;
16:30 y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué
debo hacer para ser salvo?
16:31 Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás
salvo, tú y tu casa.
16:32 Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos
los que estaban en su casa.
16:33 Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche,
les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con
todos los suyos.
16:34 Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó
con toda su casa de haber creído a Dios.
16:35 Cuando fue de día, los magistrados enviaron alguaciles
a decir: Suelta a aquellos hombres.
16:36 Y el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo: Los magistrados
han mandado a decir que se os suelte; así que ahora salid, y marchaos
en paz.
16:37 Pero Pablo les dijo: Después de azotarnos públicamente
sin sentencia judicial, siendo ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel,
¿y ahora nos echan encubiertamente? No, por cierto, sino vengan
ellos mismos a sacarnos.
16:38 Y los alguaciles hicieron saber estas palabras a los magistrados,
los cuales tuvieron miedo al oír que eran romanos.
16:39 Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que
salieran de la ciudad.
16:40 Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia,
y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se fueron.
Capítulo 17
El alboroto en Tesalónica
17:1 Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica,
donde había una sinagoga de los judíos.
17:2 Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días
de reposo discutió con ellos,
17:3 declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario
que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús,
a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo.
17:4 Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas;
y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas.
17:5 Entonces los judíos que no creían, teniendo celos,
tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba,
alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban
sacarlos al pueblo.
17:6 Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos
hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan
el mundo entero también han venido acá;
17:7 a los cuales Jasón ha recibido; y todos éstos contravienen
los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús.
17:8 Y alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad, oyendo
estas cosas.
17:9 Pero obtenida fianza de Jasón y de los demás, los
soltaron.
Pablo y Silas en Berea
17:10 Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas
hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los
judíos.
17:11 Y éstos eran más nobles que los que estaban en
Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando
cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.
17:12 Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de
distinción, y no pocos hombres.
17:13 Cuando los judíos de Tesalónica supieron que también
en Berea era anunciada la palabra de Dios por Pablo, fueron allá,
y también alborotaron a las multitudes.
17:14 Pero inmediatamente los hermanos enviaron a Pablo que fuese hacia
el mar; y Silas y Timoteo se quedaron allí.
17:15 Y los que se habían encargado de conducir a Pablo le llevaron
a Atenas; y habiendo recibido orden para Silas y Timoteo, de que viniesen
a él lo más pronto que pudiesen, salieron.
Pablo en Atenas
17:16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía
viendo la ciudad entregada a la idolatría.
17:17 Así que discutía en la sinagoga con los judíos
y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían.
17:18 Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos
disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá
decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses;
porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección.
17:19 Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo:
¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que
hablas?
17:20 Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos,
pues, saber qué quiere decir esto.
17:21 (Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí,
en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo
nuevo.)
17:22 Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo:
Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos;
17:23 porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también
un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO.
Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio.
17:24 El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él
hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos
hechos por manos humanas,
17:25 ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo;
pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.
17:26 Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para
que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden
de los tiempos, y los límites de su habitación;
17:27 para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan
hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros.
17:28 Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos
de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo
somos.
17:29 Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad
sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación
de hombres.
17:30 Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia,
ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;
17:31 por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará
al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando
fe a todos con haberle levantado de los muertos.
17:32 Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos,
unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra
vez.
17:33 Y así Pablo salió de en medio de ellos.
17:34 Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre
los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris,
y otros con ellos.
Capítulo 18
Pablo en Corinto
18:1 Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue
a Corinto.
18:2 Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto,
recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio
había mandado que todos los judíos saliesen de Roma. Fue
a ellos,
18:3 y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban
juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas.
18:4 Y discutía en la sinagoga todos los días de reposo,
y persuadía a judíos y a griegos.
18:5 Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado
por entero a la predicación de la palabra, testificando a los judíos
que Jesús era el Cristo.
18:6 Pero oponiéndose y blasfemando éstos, les dijo,
sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia
cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles.
18:7 Y saliendo de allí, se fue a la casa de uno llamado Justo,
temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga.
18:8 Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor
con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran
bautizados.
18:9 Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche:
No temas, sino habla, y no calles;
18:10 porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá
sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta
ciudad.
18:11 Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles
la palabra de Dios.
18:12 Pero siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos
se levantaron de común acuerdo contra Pablo, y le llevaron al tribunal,
18:13 diciendo: Este persuade a los hombres a honrar a Dios contra
la ley.
18:14 Y al comenzar Pablo a hablar, Galión dijo a los judíos:
Si fuera algún agravio o algún crimen enorme, oh judíos,
conforme a derecho yo os toleraría.
18:15 Pero si son cuestiones de palabras, y de nombres, y de vuestra
ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero ser juez de estas cosas.
18:16 Y los echó del tribunal.
18:17 Entonces todos los griegos, apoderándose de Sóstenes,
principal de la sinagoga, le golpeaban delante del tribunal; pero a Galión
nada se le daba de ello.
18:18 Mas Pablo, habiéndose detenido aún muchos días
allí, después se despidió de los hermanos y navegó
a Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la
cabeza en Cencrea, porque tenía hecho voto.
18:19 Y llegó a Efeso, y los dejó allí; y entrando
en la sinagoga, discutía con los judíos,
18:20 los cuales le rogaban que se quedase con ellos por más
tiempo; mas no accedió,
18:21 sino que se despidió de ellos, diciendo: Es necesario
que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero
otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere. Y zarpó de Efeso.
Pablo regresa a Antioquía y comienza su tercer viaje misionero
18:22 Habiendo arribado a Cesarea, subió para saludar a la iglesia,
y luego descendió a Antioquía.
18:23 Y después de estar allí algún tiempo, salió,
recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, confirmando
a todos los discípulos.
Apolos predica en Efeso
18:24 Llegó entonces a Efeso un judío llamado Apolos,
natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras.
18:25 Este había sido instruido en el camino del Señor;
y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente
lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo
de Juan.
18:26 Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando
le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más
exactamente el camino de Dios.
18:27 Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron,
y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él
allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían
creído;
18:28 porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los
judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.
Capítulo 19
Pablo en Efeso
19:1 Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo,
después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando
a ciertos discípulos,
19:2 les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando
creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si
hay Espíritu Santo.
19:3 Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados?
Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.
19:4 Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento,
diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después
de él, esto es, en Jesús el Cristo.
19:5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor
Jesús.
19:6 Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos
el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.
19:7 Eran por todos unos doce hombres.
19:8 Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por
espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios.
19:9 Pero endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo
el Camino delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó
a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno
llamado Tiranno.
19:10 Así continuó por espacio de dos años, de
manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron
la palabra del Señor Jesús.
19:11 Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo,
19:12 de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños
o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus
malos salían.
19:13 Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron
invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían
espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que predica
Pablo.
19:14 Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe
de los sacerdotes, que hacían esto.
19:15 Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús
conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes
sois?
19:16 Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando
sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera
que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.
19:17 Y esto fue notorio a todos los que habitaban en Efeso, así
judíos como griegos; y tuvieron temor todos ellos, y era magnificado
el nombre del Señor Jesús.
19:18 Y muchos de los que habían creído venían,
confesando y dando cuenta de sus hechos.
19:19 Asimismo muchos de los que habían practicado la magia
trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta
de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata.
19:20 Así crecía y prevalecía poderosamente la
palabra del Señor.
19:21 Pasadas estas cosas, Pablo se propuso en espíritu ir a
Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo:
Después que haya estado allí, me será necesario ver
también a Roma.
19:22 Y enviando a Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo
y Erasto, él se quedó por algún tiempo en Asia.
El alboroto en Efeso
19:23 Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del
Camino.
19:24 Porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata
templecillos de Diana, daba no poca ganancia a los artífices;
19:25 a los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo:
Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza;
19:26 pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Efeso,
sino en casi toda Asia, ha apartado a muchas gentes con persuasión,
diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos.
19:27 Y no solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga
a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana
sea estimado en nada, y comience a ser destruida la majestad de aquella
a quien venera toda Asia, y el mundo entero.
19:28 Cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo:
¡Grande es Diana de los efesios!
19:29 Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron
al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros
de Pablo.
19:30 Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le
dejaron.
19:31 También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus
amigos, le enviaron recado, rogándole que no se presentase en el
teatro.
19:32 Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia
estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían
reunido.
19:33 Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole
los judíos. Entonces Alejandro, pedido silencio con la mano, quería
hablar en su defensa ante el pueblo.
19:34 Pero cuando le conocieron que era judío, todos a una voz
gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!
19:35 Entonces el escribano, cuando había apaciguado a la multitud,
dijo: Varones efesios, ¿y quién es el hombre que no sabe
que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana,
y de la imagen venida de Júpiter?
19:36 Puesto que esto no puede contradecirse, es necesario que os apacigüéis,
y que nada hagáis precipitadamente.
19:37 Porque habéis traído a estos hombres, sin ser sacrílegos
ni blasfemadores de vuestra diosa.
19:38 Que si Demetrio y los artífices que están con él
tienen pleito contra alguno, audiencias se conceden, y procónsules
hay; acúsense los unos a los otros.
19:39 Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea
se puede decidir.
19:40 Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición
por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón
de este concurso.
19:41 Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea.
Capítulo 20
Viaje de Pablo a Macedonia y Grecia
20:1 Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los
discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió
y salió para ir a Macedonia.
20:2 Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarles
con abundancia de palabras, llegó a Grecia.
20:3 Después de haber estado allí tres meses, y siéndole
puestas asechanzas por los judíos para cuando se embarcase para
Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia.
20:4 Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco
y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico
y Trófimo.
20:5 Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas.
20:6 Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura,
navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en
Troas, donde nos quedamos siete días.
Visita de despedida de Pablo en Troas
20:7 El primer día de la semana, reunidos los discípulos
para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día
siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.
20:8 Y había muchas lámparas en el aposento alto donde
estaban reunidos;
20:9 y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido
de un sueño profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido
del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto.
20:10 Entonces descendió Pablo y se echó sobre él,
y abrazándole, dijo: No os alarméis, pues está vivo.
20:11 Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló
largamente hasta el alba; y así salió.
20:12 Y llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados.
Viaje de Troas a Mileto
20:13 Nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón
para recoger allí a Pablo, ya que así lo había determinado,
queriendo él ir por tierra.
20:14 Cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándole
a bordo, vinimos a Mitilene.
20:15 Navegando de allí, al día siguiente llegamos delante
de Quío, y al otro día tomamos puerto en Samos; y habiendo
hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto.
20:16 Porque Pablo se había propuesto pasar de largo a Efeso,
para no detenerse en Asia, pues se apresuraba por estar el día de
Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén.
Discurso de despedida de Pablo en Mileto
20:17 Enviando, pues, desde Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos
de la iglesia.
20:18 Cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis
cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer
día que entré en Asia,
20:19 sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas,
y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos;
20:20 y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros
y enseñaros, públicamente y por las casas,
20:21 testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento
para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.
20:22 Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén,
sin saber lo que allá me ha de acontecer;
20:23 salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me
da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones.
20:24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para
mí mismo, con tal que acabe mi carrera
con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús,
para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
20:25 Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros,
entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más
mi rostro.
20:26 Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy
limpio de la sangre de todos;
20:27 porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.
20:28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en
que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la
iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.
20:29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán
en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.
20:30 Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen
cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.
20:31 Por tanto, velad, acordándoos que por tres años,
de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas
a cada uno.
20:32 Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su
gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos
los santificados.
20:33 Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado.
20:34 Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario
a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido.
20:35 En todo os he enseñado que, trabajando así, se
debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor
Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.
20:36 Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró
con todos ellos.
20:37 Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello
de Pablo, le besaban,
20:38 doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de
que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco.
Capítulo 21
Viaje de Pablo a Jerusalén
21:1 Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo
directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara.
21:2 Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y zarpamos.
21:3 Al avistar Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos
a Siria, y arribamos a Tiro, porque el barco había de descargar
allí.
21:4 Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete
días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que
no subiese a Jerusalén.
21:5 Cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos
todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de
rodillas
en la playa, oramos.
21:6 Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco y
ellos se volvieron a sus casas.
21:7 Y nosotros completamos la navegación, saliendo de Tiro
y arribando a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos
con ellos un día.
21:8 Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos,
fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe
el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él.
21:9 Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban.
21:10 Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió
de Judea un profeta llamado Agabo,
21:11 quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose
los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así
atarán los judíos en Jerusalén al varón de
quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles.
21:12 Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar,
que no subiese a Jerusalén.
21:13 Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis
llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto
no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el
nombre del Señor Jesús.
21:14 Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase
la voluntad del Señor.
21:15 Después de esos días, hechos ya los preparativos,
subimos a Jerusalén.
21:16 Y vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de
los discípulos, trayendo consigo a uno llamado Mnasón, de
Chipre, discípulo antiguo, con quien nos hospedaríamos.
Arresto de Pablo en el templo
21:17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron
con gozo.
21:18 Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver
a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos;
21:19 a los cuales, después de haberles saludado, les contó
una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por
su ministerio.
21:20 Cuando ellos lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya
ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído;
y todos son celosos por la ley.
21:21 Pero se les ha informado en cuanto a ti, que enseñas a
todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar
de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni
observen las costumbres.
21:22 ¿Qué hay, pues? La multitud se reunirá de
cierto, porque oirán que has venido.
21:23 Haz, pues, esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres
que tienen obligación de cumplir voto.
21:24 Tómalos contigo, purifícate con ellos, y paga sus
gastos para que se rasuren la cabeza;
y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó
acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando
la ley.
21:25 Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros
les hemos escrito determinando que no guarden nada de esto; solamente que
se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado
y de fornicación.
21:26 Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día
siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo,
para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación,
cuando había de presentarse la ofrenda por cada uno de ellos.
21:27 Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos
judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a toda la multitud
y le echaron mano,
21:28 dando voces: ¡Varones israelitas, ayudad! Este es el hombre
que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este
lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha
profanado este santo lugar.
21:29 Porque antes habían visto con él en la ciudad a
Trófimo,
de Efeso, a quien pensaban que Pablo había metido en el templo.
21:30 Así que toda la ciudad se conmovió, y se agolpó
el pueblo; y apoderándose de Pablo, le arrastraron fuera del templo,
e inmediatamente cerraron las puertas.
21:31 Y procurando ellos matarle, se le avisó al tribuno de
la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén estaba
alborotada.
21:32 Este, tomando luego soldados y centuriones, corrió a ellos.
Y cuando ellos vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a
Pablo.
21:33 Entonces, llegando el tribuno, le prendió y le mandó
atar con dos cadenas, y preguntó quién era y qué había
hecho.
21:34 Pero entre la multitud, unos gritaban una cosa, y otros otra;
y como no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, le
mandó llevar a la fortaleza.
21:35 Al llegar a las gradas, aconteció que era llevado en peso
por los soldados a causa de la violencia de la multitud;
21:36 porque la muchedumbre del pueblo venía detrás,
gritando: ¡Muera!
Defensa de Pablo ante el pueblo
21:37 Cuando comenzaron a meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno:
¿Se me permite decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego?
21:38 ¿No eres tú aquel egipcio que levantó una
sedición antes de estos días, y sacó al desierto los
cuatro mil sicarios?
21:39 Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre judío de
Tarso, ciudadano de una ciudad no insignificante de Cilicia; pero te ruego
que me permitas hablar al pueblo.
21:40 Y cuando él se lo permitió, Pablo, estando en pie
en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Y hecho gran silencio,
habló en lengua hebrea, diciendo:
Capítulo 22
22:1 Varones hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros.
22:2 Y al oír que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más
silencio. Y él les dijo:
22:3 Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero
criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel,
estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como
hoy lo sois todos vosotros.
22:4 Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y
entregando en cárceles a hombres y mujeres;
22:5 como el sumo sacerdote también me es testigo, y todos los
ancianos, de quienes también recibí cartas para los hermanos,
y fui a Damasco para traer presos a Jerusalén también a los
que estuviesen allí, para que fuesen castigados.
Pablo relata su conversión
(Hch. 9.1-19; 26.12-18)
22:6 Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco,
como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo;
22:7 y caí al suelo, y oí una voz que me decía:
Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues?
22:8 Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor?
Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien
tú persigues.
22:9 Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron;
pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo.
22:10 Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor
me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí
se te dirá todo lo que está ordenado que hagas.
22:11 Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado
de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco.
22:12 Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según
la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que
allí moraban,
22:13 vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo,
recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo
miré.
22:14 Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para
que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca.
22:15 Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que
has visto y oído.
22:16 Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate
y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.
Pablo es enviado a los gentiles
22:17 Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en
el templo me sobrevino un éxtasis.
22:18 Y le vi que me decía: Date prisa,
y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio
acerca de mí.
22:19 Yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba
en todas las sinagogas a los que creían en ti;
22:20 y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo
también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba
las ropas de los que le mataban.
22:21 Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré
lejos a los gentiles.
Pablo en manos del tribuno
22:22 Y le oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo:
Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva.
22:23 Y como ellos gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo
al aire,
22:24 mandó el tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó
que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban
así contra él.
22:25 Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión
que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano
romano sin haber sido condenado?
22:26 Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al
tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es
ciudadano romano.
22:27 Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano
romano? El dijo: Sí.
22:28 Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí
esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento.
22:29 Así que, luego se apartaron de él los que le iban
a dar tormento; y aun el tribuno, al saber que era ciudadano romano, también
tuvo temor por haberle atado.
Pablo ante el concilio
22:30 Al día siguiente, queriendo saber de cierto la causa por
la cual le acusaban los judíos, le soltó de las cadenas,
y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el concilio,
y sacando a Pablo, le presentó ante ellos.
Capítulo 23
23:1 Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos,
yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día
de hoy.
23:2 El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a los
que estaban junto a él, que le golpeasen en la boca.
23:3 Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, pared
blanqueada!
¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley,
y quebrantando la ley me mandas golpear?
23:4 Los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de
Dios injurias?
23:5 Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote;
pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de
tu pueblo.
23:6 Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de
fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo,
hijo de fariseo;
acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me
juzga.
23:7 Cuando dijo esto, se produjo disensión entre los fariseos
y los saduceos, y la asamblea se dividió.
23:8 Porque los saduceos dicen que no hay resurrección,
ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas.
23:9 Y hubo un gran vocerío; y levantándose los escribas
de la parte de los fariseos, contendían, diciendo: Ningún
mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o
un ángel, no resistamos a Dios.
23:10 Y habiendo grande disensión, el tribuno, teniendo temor
de que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó que bajasen soldados
y le arrebatasen de en medio de ellos, y le llevasen a la fortaleza.
23:11 A la noche siguiente se le presentó el Señor y
le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado
de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques
también en Roma.
Complot contra Pablo
23:12 Venido el día, algunos de los judíos tramaron un
complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían
ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo.
23:13 Eran más de cuarenta los que habían hecho esta
conjuración,
23:14 los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos
y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición, a no gustar
nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo.
23:15 Ahora pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que
le traiga mañana ante vosotros, como que queréis indagar
alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos
listos para matarle antes que llegue.
23:16 Mas el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada,
fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo.
23:17 Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este
joven ante el tribuno, porque tiene cierto aviso que darle.
23:18 El entonces tomándole, le llevó al tribuno, y dijo:
El preso Pablo me llamó y me rogó que trajese ante ti a este
joven, que tiene algo que hablarte.
23:19 El tribuno, tomándole de la mano y retirándose
aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme?
23:20 El le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que mañana
lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa más
cierta acerca de él.
23:21 Pero tú no les creas; porque más de cuarenta hombres
de ellos le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición,
a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están
listos esperando tu promesa.
23:22 Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole
que a nadie dijese que le había dado aviso de esto.
Pablo es enviado a Félix el gobernador
23:23 Y llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para
la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos
lanceros, para que fuesen hasta Cesarea;
23:24 y que preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen
en salvo a Félix el gobernador.
23:25 Y escribió una carta en estos términos:
23:26 Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix:
Salud.
23:27 A este hombre, aprehendido por los judíos, y que iban
ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido
que era ciudadano romano.
23:28 Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé
al concilio de ellos;
23:29 y hallé que le acusaban por cuestiones de la ley de ellos,
pero que ningún delito tenía digno de muerte o de prisión.
23:30 Pero al ser avisado de asechanzas que los judíos habían
tendido contra este hombre, al punto le he enviado a ti, intimando también
a los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él.
Pásalo bien.
23:31 Y los soldados, tomando a Pablo como se les ordenó, le
llevaron de noche a Antípatris.
23:32 Y al día siguiente, dejando a los jinetes que fuesen con
él, volvieron a la fortaleza.
23:33 Cuando aquéllos llegaron a Cesarea, y dieron la carta
al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él.
23:34 Y el gobernador, leída la carta, preguntó de qué
provincia era; y habiendo entendido que era de Cilicia,
23:35 le dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó
que le custodiasen en el pretorio de Herodes.
Capítulo 24
Defensa de Pablo ante Félix
24:1 Cinco días después, descendió el sumo sacerdote
Ananías con algunos de los ancianos y un cierto orador llamado Tértulo,
y comparecieron ante el gobernador contra Pablo.
24:2 Y cuando éste fue llamado, Tértulo comenzó
a acusarle, diciendo: Como debido a ti gozamos de gran paz, y muchas cosas
son bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia,
24:3 oh excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo
y en todo lugar con toda gratitud.
24:4 Pero por no molestarte más largamente, te ruego que nos
oigas brevemente conforme a tu equidad.
24:5 Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor
de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla
de la secta de los nazarenos.
24:6 Intentó también profanar el templo; y prendiéndole,
quisimos juzgarle conforme a nuestra ley.
24:7 Pero interviniendo el tribuno Lisias, con gran violencia le quitó
de nuestras manos,
24:8 mandando a sus acusadores que viniesen a ti. Tú mismo,
pues, al juzgarle, podrás informarte de todas estas cosas de que
le acusamos.
24:9 Los judíos también confirmaban, diciendo ser así
todo.
24:10 Habiéndole hecho señal el gobernador a Pablo para
que hablase, éste respondió: Porque sé que desde hace
muchos años eres juez de esta nación, con buen ánimo
haré mi defensa.
24:11 Como tú puedes cerciorarte, no hace más de doce
días que subí a adorar a Jerusalén;
24:12 y no me hallaron disputando con ninguno, ni amotinando a la multitud;
ni en el templo, ni en las sinagogas ni en la ciudad;
24:13 ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan.
24:14 Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman
herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas
las cosas que en la ley y en los profetas están escritas;
24:15 teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan,
de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos
como de injustos.
24:16 Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante
Dios y ante los hombres.
24:17 Pero pasados algunos años, vine a hacer limosnas a mi
nación y presentar ofrendas.
24:18 Estaba en ello, cuando unos judíos de Asia me hallaron
purificado en el templo, no con multitud ni con alboroto.
24:19 Ellos debieran comparecer ante ti y acusarme, si contra mí
tienen algo.
24:20 O digan éstos mismos si hallaron en mí alguna cosa
mal hecha, cuando comparecí ante el concilio,
24:21 a no ser que estando entre ellos prorrumpí en alta voz:
Acerca de la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por vosotros.
24:22 Entonces Félix, oídas estas cosas, estando bien
informado de este Camino, les aplazó, diciendo: Cuando descendiere
el tribuno Lisias, acabaré de conocer de vuestro asunto.
24:23 Y mandó al centurión que se custodiase a Pablo,
pero que se le concediese alguna libertad, y que no impidiese a ninguno
de los suyos servirle o venir a él.
24:24 Algunos días después, viniendo Félix con
Drusila su mujer, que era judía, llamó a Pablo, y le oyó
acerca de la fe en Jesucristo.
24:25 Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio
y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete;
pero cuando tenga oportunidad te llamaré.
24:26 Esperaba también con esto, que Pablo le diera dinero para
que le soltase; por lo cual muchas veces lo hacía venir y hablaba
con él.
24:27 Pero al cabo de dos años recibió Félix por
sucesor a Porcio Festo; y queriendo Félix congraciarse con los judíos,
dejó preso a Pablo.
Capítulo 25
Pablo apela a César
25:1 Llegado, pues, Festo a la provincia, subió de Cesarea a Jerusalén
tres días después.
25:2 Y los principales sacerdotes y los más influyentes de los
judíos se presentaron ante él contra Pablo, y le rogaron,
25:3 pidiendo contra él, como gracia, que le hiciese traer a
Jerusalén; preparando ellos una celada para matarle en el camino.
25:4 Pero Festo respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea,
adonde él mismo partiría en breve.
25:5 Los que de vosotros puedan, dijo, desciendan conmigo, y si hay
algún crimen en este hombre, acúsenle.
25:6 Y deteniéndose entre ellos no más de ocho o diez
días, venido a Cesarea, al siguiente día se sentó
en el tribunal, y mandó que fuese traído Pablo.
25:7 Cuando éste llegó, lo rodearon los judíos
que habían venido de Jerusalén, presentando contra él
muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar;
25:8 alegando Pablo en su defensa: Ni contra la ley de los judíos,
ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada.
25:9 Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos, respondiendo
a Pablo dijo: ¿Quieres subir a Jerusalén, y allá ser
juzgado de estas cosas delante de mí?
25:10 Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde debo
ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún agravio,
como tú sabes muy bien.
25:11 Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte
he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que
éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César
apelo.
25:12 Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió:
A César has apelado; a César irás.
Pablo ante Agripa y Berenice
25:13 Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice vinieron
a Cesarea para saludar a Festo.
25:14 Y como estuvieron allí muchos días, Festo expuso
al rey la causa de Pablo, diciendo: Un hombre ha sido dejado preso por
Félix,
25:15 respecto al cual, cuando fui a Jerusalén, se me presentaron
los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo
condenación contra él.
25:16 A éstos respondí que no es costumbre de los romanos
entregar alguno a la muerte antes que el acusado tenga delante a sus acusadores,
y pueda defenderse de la acusación.
25:17 Así que, habiendo venido ellos juntos acá, sin
ninguna dilación, al día siguiente, sentado en el tribunal,
mandé traer al hombre.
25:18 Y estando presentes los acusadores, ningún cargo presentaron
de los que yo sospechaba,
25:19 sino que tenían contra él ciertas cuestiones acerca
de su religión, y de un cierto Jesús, ya muerto, el que Pablo
afirmaba estar vivo.
25:20 Yo, dudando en cuestión semejante, le pregunté
si quería ir a Jerusalén y allá ser juzgado de estas
cosas.
25:21 Mas como Pablo apeló para que se le reservase para el
conocimiento de Augusto, mandé que le custodiasen hasta que le enviara
yo a César.
25:22 Entonces Agripa dijo a Festo: Yo también quisiera oír
a ese hombre. Y él le dijo: Mañana le oirás.
25:23 Al otro día, viniendo Agripa y Berenice con mucha pompa,
y entrando en la audiencia con los tribunos y principales hombres de la
ciudad, por mandato de Festo fue traído Pablo.
25:24 Entonces Festo dijo: Rey Agripa, y todos los varones que estáis
aquí juntos con nosotros, aquí tenéis a este hombre,
respecto del cual toda la multitud de los judíos me ha demandado
en Jerusalén y aquí, dando voces que no debe vivir más.
25:25 Pero yo, hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho,
y como él mismo apeló a Augusto, he determinado enviarle
a él.
25:26 Como no tengo cosa cierta que escribir a mi señor, le
he traído ante vosotros, y mayormente ante ti, oh rey Agripa, para
que después de examinarle, tenga yo qué escribir.
25:27 Porque me parece fuera de razón enviar un preso, y no
informar de los cargos que haya en su contra.
Capítulo 26
Defensa de Pablo ante Agripa
26:1 Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar por ti mismo. Pablo
entonces, extendiendo la mano, comenzó así su defensa:
26:2 Me tengo por dichoso, oh rey Agripa, de que haya de defenderme
hoy delante de ti de todas las cosas de que soy acusado por los judíos.
26:3 Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones
que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que me oigas con
paciencia.
Vida anterior de Pablo
26:4 Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé
en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos;
26:5 los cuales también saben que yo desde el principio, si
quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra
religión, viví fariseo.
26:6 Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros
padres soy llamado a juicio;
26:7 promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras
doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche.
Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos.
26:8 ¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble
que Dios resucite a los muertos?
Pablo el perseguidor
26:9 Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas
cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret;
26:10 lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré
en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de
los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto.
26:11 Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas,
los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los
perseguí hasta en las ciudades extranjeras.
Pablo relata su conversión
(Hch. 9.1-19; 22.6-16)
26:12 Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión
de los principales sacerdotes,
26:13 cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una
luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó
a mí y a los que iban conmigo.
26:14 Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una
voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra
el aguijón.
26:15 Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y
el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien
tú persigues.
26:16 Pero levántate, y ponte sobre tus
pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo
de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a
ti,
26:17 librándote de tu pueblo, y de los
gentiles, a quienes ahora te envío,
26:18 para que abras sus ojos, para que se conviertan
de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para
que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y
herencia entre los santificados.
Pablo obedece a la visión
26:19 Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión
celestial,
26:20 sino que anuncié primeramente a los que están en
Damasco,
y Jerusalén,
y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y
se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.
26:21 Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el
templo, intentaron matarme.
26:22 Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día
de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada
fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían
de suceder:
26:23 Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la
resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los
gentiles.
Pablo insta a Agripa a que crea
26:24 Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz
dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco.
26:25 Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo,
sino que hablo palabras de verdad y de cordura.
26:26 Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también
hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues
no se ha hecho esto en algún rincón.
26:27 ¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que
crees.
26:28 Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano.
26:29 Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho,
no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen,
fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!
26:30 Cuando había dicho estas cosas, se levantó el rey,
y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con ellos;
26:31 y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo:
Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre.
26:32 Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser puesto en
libertad, si no hubiera apelado a César.
Capítulo 27
Pablo es enviado a Roma
27:1 Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia,
entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado
Julio, de la compañía Augusta.
27:2 Y embarcándonos en una nave adramitena que iba a tocar
los puertos de Asia, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedonio
de Tesalónica.
27:3 Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando
humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos, para ser
atendido por ellos.
27:4 Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a
sotavento de Chipre, porque los vientos eran contrarios.
27:5 Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos
a Mira, ciudad de Licia.
27:6 Y hallando allí el centurión una nave alejandrina
que zarpaba para Italia, nos embarcó en ella.
27:7 Navegando muchos días despacio, y llegando a duras penas
frente a Gnido, porque nos impedía el viento, navegamos a sotavento
de Creta, frente a Salmón.
27:8 Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman
Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.
27:9 Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación,
por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba,
27:10 diciéndoles: Varones, veo que la navegación va
a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento
y de la nave, sino también de nuestras personas.
27:11 Pero el centurión daba más crédito al piloto
y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía.
27:12 Y siendo incómodo el puerto para invernar, la mayoría
acordó zarpar también de allí, por si puediesen arribar
a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí.
La tempestad en el mar
27:13 Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían
lo que deseaban, levaron anclas e iban costeando Creta.
27:14 Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado
llamado Euroclidón.
27:15 Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo poner proa al viento,
nos abandonamos a él y nos dejamos llevar.
27:16 Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla llamada
Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife.
27:17 Y una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para ceñir
la nave; y teniendo temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron
a la deriva.
27:18 Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente
día empezaron a alijar,
27:19 y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los
aparejos de la nave.
27:20 Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días,
y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido
toda esperanza de salvarnos.
27:21 Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos,
puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente,
oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para
recibir este perjuicio y pérdida.
27:22 Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá
ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave.
27:23 Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios
de quien soy y a quien sirvo,
27:24 diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante
César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan
contigo.
27:25 Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío
en Dios que será así como se me ha dicho.
27:26 Con todo, es necesario que demos en alguna isla.
27:27 Venida la decimacuarta noche, y siendo llevados a través
del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que
estaban cerca de tierra;
27:28 y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco
más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas.
27:29 Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa,
y ansiaban que se hiciese de día.
27:30 Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando
el esquife al mar, aparentaban como que querían largar las anclas
de proa.
27:31 Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos
no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros.
27:32 Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron
perderse.
27:33 Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que
comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que veláis
y permanecéis en ayunas, sin comer nada.
27:34 Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues
ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá.
27:35 Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios
en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer.
27:36 Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también.
27:37 Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta
y seis.
27:38 Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al mar.
El naufragio
27:39 Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra,
pero veían una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron
varar, si pudiesen, la nave.
27:40 Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar, largando también
las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa, enfilaron
hacia la playa.
27:41 Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave;
y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría
con la violencia del mar.
27:42 Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que
ninguno se fugase nadando.
27:43 Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió
este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los
primeros, y saliesen a tierra;
27:44 y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave.
Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.
Capítulo 28
Pablo en la isla de Malta
28:1 Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta.
28:2 Y los naturales nos trataron con no poca humanidad; porque encendiendo
un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía,
y del frío.
28:3 Entonces, habiendo recogido Pablo algunas ramas secas, las echó
al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió
en la mano.
28:4 Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano,
se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien,
escapado del mar, la justicia no deja vivir.
28:5 Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún
daño padeció.
28:6 Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese muerto
de repente; mas habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal
le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios.
28:7 En aquellos lugares había propiedades del hombre principal
de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó solícitamente
tres días.
28:8 Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo
de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después
de haber orado, le impuso las manos, y le sanó.
28:9 Hecho esto, también los otros que en la isla tenían
enfermedades, venían, y eran sanados;
28:10 los cuales también nos honraron con muchas atenciones;
y cuando zarpamos, nos cargaron de las cosas necesarias.
Pablo llega a Roma
28:11 Pasados tres meses, nos hicimos a la vela en una nave alejandrina
que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña
a Cástor y Pólux.
28:12 Y llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días.
28:13 De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y otro
día después, soplando el viento sur, llegamos al segundo
día a Puteoli,
28:14 donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos quedásemos
con ellos siete días; y luego fuimos a Roma,
28:15 de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos
hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos, Pablo dio gracias
a Dios y cobró aliento.
28:16 Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los
presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte,
con un soldado que le custodiase.
Pablo predica en Roma
28:17 Aconteció que tres días después, Pablo convocó
a los principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron
reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra
el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado
preso desde Jerusalén en manos de los romanos;
28:18 los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar,
por no haber en mí ninguna causa de muerte.
28:19 Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar
a César;
no porque tenga de qué acusar a mi nación.
28:20 Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros;
porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena.
28:21 Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de Judea
cartas acerca de ti, ni ha venido alguno de los hermanos que haya denunciado
o hablado algún mal de ti.
28:22 Pero querríamos oír de ti lo que piensas; porque
de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella.
28:23 Y habiéndole señalado un día, vinieron a
él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba
el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles
acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los
profetas.
28:24 Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros
no creían.
28:25 Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse,
les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo
por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:
28:26 Ve a este pueblo, y diles:
De oído oiréis, y no entenderéis;
Y viendo veréis, y no percibiréis;
28:27 Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyeron pesadamente,
Y sus ojos han cerrado,
Para que no vean con los ojos,
Y oigan con los oídos,
Y entiendan de corazón,
Y se conviertan,
Y yo los sane.
28:28 Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación
de Dios; y ellos oirán.
28:29 Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo
gran discusión entre sí.
28:30 Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa
alquilada, y recibía a todos los que a él venían,
28:31 predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor
Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.
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